¿Te tiene Dios en un tiempo de espera? Recuerda: Cuando Dios te hace esperar por algo, no es su manera de privarte, sino su medio de cambiarte.
Como Dios es soberano sobre todo, esto es aplicable a toda la vida. Las cosas grandes como un cónyuge, hijos, un nuevo trabajo. O las pequeñas cosas como esperar la respuesta a un mensaje de texto, o esperar en la cola de tu restaurante favorito.
En la vida, esperarás. Rara vez lo disfrutarás. Pero tendrás que pasar por ello. ¿Hay algún propósito para tu espera? Aquí tienes al menos 4 razones:
- Para tu santificación personal. El plan A de Dios para tu vida es hacerte como Jesús (1 Tesalonicenses 4:3). Por lo general, cuanto más esperes, más te aferrarás a Dios y a sus promesas. Puede que no siempre lo sientas así, pero en el proceso de espera, la transformación espiritual está ocurriendo en tu vida.
- Para revelar los verdaderos motivos de tu corazón. Dios te pone a prueba no para averiguar cómo te irá (él ya lo sabe), sino para mostrarte, en el fondo, lo que realmente hay en tu corazón. El pecado y los ídolos de tu corazón aparecerán cuando esperes. Emociones de decepción pueden venir. Pero esta emoción -todas y cada una de las emociones reveladas- son paradójicamente una misericordia de Dios.
¿Por qué?
Jon Bloom lo dice mejor: «Si descubres que el pecado está alimentando tu emoción de decepción, entonces tu evento de decepción es una bondad destinada a llevarte al arrepentimiento». - Para aumentar tu fe. Si Dios siempre te diera lo que quieres cuando lo quieres, sería un Padre malvado. Piensa en ello. Considerando nuestra naturaleza pecaminosa, si nunca tuvieras que esperar, nunca tendrías una razón para confiar en Dios. Haríamos nuestras propias cosas. Nunca rezaríamos. No le veneraríamos por su carácter. Si nunca esperáramos, nuestras vidas serían mucho peores.
Pero Dios te hará esperar. A menudo. Y normalmente no te da las cosas en el momento oportuno. Pero a medida que esperas, se inculca una confianza más profunda y, en consecuencia, aumenta tu fe. - Para fomentar la gratitud en ti. Esperaste por el trabajo… y finalmente lo conseguiste. Estuviste soltero hasta los N años… y por fin te casaste. No pudiste tener hijos durante los primeros 10 años de matrimonio, y entonces, ¡he aquí! ¡Un niño! Esperar puede ayudarte a aumentar tu gratitud hacia Dios.
Puedo recordar varias ocasiones en mi vida en las que Dios me hizo esperar por algo. Durante el proceso, pensé como el salmista: «¿Hasta cuándo, Señor?» En algunas de esas ocasiones, cuando la espera terminó, fue como si me hubiera olvidado de que había esperado. La alegría de la fidelidad de Dios superaba el temor de la espera. Esto me ha sucedido muchas veces. Y es el testimonio de tantos otros. Dios te hará esperar. Nunca llega tarde. Pero tampoco se adelanta nunca: su tiempo y sus propósitos son siempre perfectos.